Los conflictos se producen en cualquier relación
interpersonal, incluso con aquellos que mejor nos llevamos, con quienes
compartimos intereses comunes o con quien más queremos. Esto es algo normal, ya que somos individuos con opiniones, deseos
y necesidades diferentes a las de los demás. Por tanto, siempre llega un
momento en que esas diferencias en sentimientos e intereses dan lugar a
situaciones conflictivas.
Aceptar
los conflictos como algo normal y
afrontarlos de forma asertiva nos ayuda a sentirnos bien y a mejorar nuestras
relaciones. En cambio, si los conflictos no se afrontan o se manejan mal,
pueden producir sentimientos de ansiedad, impotencia, confusión, soledad,
enfado o resentimiento; también conductas contraproducentes como la inhibición,
el aislamiento o la postergación, pérdida o deterioro de las relaciones
importantes, reducción de oportunidades e, incluso, problemas de salud debidos
al estrés.
¿Cuáles son las actitudes más deseables ante los
conflictos?
Evitar o reducir ciertos conflictos: Cuando
un conflicto no nos incumbe o no podemos hacer nada para solucionarlo, muchas
veces lo mejor es evitarlo o intentar disminuir su intensidad. Por ejemplo, en
el trabajo, podemos intentar evitar las reuniones con esa persona o reducir la
frecuencia de interacciones con ella.
Dialogar: Cuando las
partes implicadas analizan sus diferentes puntos de vista para buscar
soluciones. Para ello, tres etapas:
1.
Expresar las diferencias o desacuerdos.
2.
Reconocer las metas comunes, aceptando los aspectos
positivos del punto del vista del otro.
3.
Ponerse de acuerdo para emprender las acciones
necesarias para resolver el conflicto.
Buscar soluciones “gano-ganas”: Implica
buscar y encontrar soluciones con las que todos los implicados salgan ganando y
con la que todos puedan sentirse bien. Pensar en términos “gano-ganas” es una
forma de considerar las relaciones interpersonales, centrándonos en la búsqueda
de la cooperación en vez de basarnos en la competitividad.
Soluciones sinérgicas: Son
las que permiten obtener un acuerdo que es más satisfactorio para cada una de
las partes, que lo que cada uno proponía inicialmente.
Negociar: Implica la
modificación de la demanda inicial hasta llegar a un compromiso o acuerdo
aceptable para todos. Suele usarse cuando no puede haber soluciones gano-ganas
porque los intereses son mutuamente excluyentes. Por tanto, aquí ambas partes
deben ceder para llegar a algún tipo de acuerdo.
¿Qué pasos debo dar para solucionar problemas
interpersonales?
PASO 1. Reconocer el
problema lo antes posible y adoptar una posición adecuada ante él.
Hay señales que indican que puede existir un
conflicto o problema: sentirse tenso, enfadado o incómodo; tener la sensación
de que algo va mal, o notar que el otro se comporta de forma hostil, se
distancia o malinterpreta tu comportamiento atribuyéndole malas intenciones
inexistentes.
Adoptar una posición adecuada ante el problema
implica detectar cualquier actitud de exigencia (“esto no debería ocurrir”) o
de minimización (“no pasa nada”) y reencuadrar el problema, es decir, verlo de
otra forma, por ejemplo que cosas podemos mejorar o aprender gracias a ellos.
PASO 2. Formular el
problema de forma clara y concreta.
Hay que definir el problema con precisión, por
ejemplo: “mi marido no ayuda en las tareas domésticas y pasa la mayor parte de
su tiempo libre con sus amigos”.
Para
definir puede ser útil plantearse estas preguntas:
§
¿Por qué esta situación es un problema para mí?.
§
¿Cuánto me preocupa en una escala de 0 a 10?.
§
¿Qué tendría que ocurrir para que esto deje de ser
un problema para mí?
Después intenta comprender cómo ve el problema la
otra parte. Para ello, trata de plantearte las mismas preguntas que antes
(podemos preguntar a la otra persona o a terceros).
PASO 3. Crear
alternativas para solucionar el conflicto.
Al buscar soluciones conviene considerar el mayor
número de alternativas posibles, incluso aunque a primera vista parezcan
descabelladas (lluvia de ideas), ya que solucionar un conflicto en forma optima
precisa del pensamiento creativo en muchas ocasiones, es decir, de la habilidad
para pensar de formas diferentes a lo habitual y para considerar nuevas maneras
de hacer las cosas.
Entonces, habrá que ver las alternativas posibles
desde el punto de vista de ambas partes.
PASO 4. Evaluar la
alternativas y elegir la más conveniente.
Para elegir la opción más válida hay que tener en
cuenta las necesidades, deseos e intereses de ambas partes.
Buscar soluciones “gano-ganas” y si no es posible
una negociación. A veces, conviene evaluar las ventajas e inconvenientes de
cada opción o alternativa.
Una vez elegida la mejor opción hay que planificar
cómo se va a llevar a cabo, es decir, concretar cómo y cuándo se aplicará y
quién se hará cargo de las tareas que requiere.
PASO 5. Puesta en
práctica de las decisiones tomadas.
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